Una anécdota que Francisco Luis Llano incluye en su libro “La aventura del periodismo” ilustra claramente como desde los orígenes de Clarín los logros supeditaron a las ideologías.
“Para sus viejos amigos y para nosotros, sus colaboradores, relata Llano, no era un secreto que Noble no perdonaba a los norteamericanos haber decidido la guerra en contra de Hitler.
Una tarde, recibió en Clarín la visita del gerente de Associate Press, don Fred Strozier y del Dr. Carl Ackermann, decano de periodismo de la Universidad de Nueva York.
Este último hacía poco tiempo había perdido a su esposa y realizaba un viaje con doble propósito: distraerse y ofrecer en este país el premio Moors Cabot del año 1955. Sus preferencias eran notorias, tal vez por influencia de Fred Strozier: el premio de ese año debía ser, en argentina, para Clarín.
El Dr. Ackermann me pidió entonces una entrevista con el director y me entregó su tarjeta.
El Dr. Noble, que estaba atendiendo un llamado telefónico, hizo un paréntesis y leyendo la tarjeta que le alergaba y que decía “Carl Ackermann” y su título en la Universidad de nueva York, me expresó, notoriamente molesto:
-¿Y este judío, quién es?
Se lo expliqué, le di noticias de la importancia del premio Moors Cabot, pero nada de eso pareció conmoverlo. Cuando agregué que aquí lo tenían don Alberto Gainza Paz y Luis Mitre, la cosa cambió. Se verá como.
-Entreténgalo y hágame traer entre tanto del archivo todo el material que se refiera a ese premio.
Media hora después recibía con un abrazo al Dr. Ackerman y un fuerte apretón de manos a Strozier, conversando animadamente sobre Moors Cabot.
Acto segido, se desprendía de su llavero de oro con el “monito” de clarín, que teníamos todos los fundadores, y se lo obsequió!...”
“Para sus viejos amigos y para nosotros, sus colaboradores, relata Llano, no era un secreto que Noble no perdonaba a los norteamericanos haber decidido la guerra en contra de Hitler.
Una tarde, recibió en Clarín la visita del gerente de Associate Press, don Fred Strozier y del Dr. Carl Ackermann, decano de periodismo de la Universidad de Nueva York.
Este último hacía poco tiempo había perdido a su esposa y realizaba un viaje con doble propósito: distraerse y ofrecer en este país el premio Moors Cabot del año 1955. Sus preferencias eran notorias, tal vez por influencia de Fred Strozier: el premio de ese año debía ser, en argentina, para Clarín.
El Dr. Ackermann me pidió entonces una entrevista con el director y me entregó su tarjeta.
El Dr. Noble, que estaba atendiendo un llamado telefónico, hizo un paréntesis y leyendo la tarjeta que le alergaba y que decía “Carl Ackermann” y su título en la Universidad de nueva York, me expresó, notoriamente molesto:
-¿Y este judío, quién es?
Se lo expliqué, le di noticias de la importancia del premio Moors Cabot, pero nada de eso pareció conmoverlo. Cuando agregué que aquí lo tenían don Alberto Gainza Paz y Luis Mitre, la cosa cambió. Se verá como.
-Entreténgalo y hágame traer entre tanto del archivo todo el material que se refiera a ese premio.
Media hora después recibía con un abrazo al Dr. Ackerman y un fuerte apretón de manos a Strozier, conversando animadamente sobre Moors Cabot.
Acto segido, se desprendía de su llavero de oro con el “monito” de clarín, que teníamos todos los fundadores, y se lo obsequió!...”
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